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20€

"Las Mentiras de Mamá"

Entrega 3-5 dias

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Algunos comentarios de los primeros lectores

Desde el lanzamiento (4-dic-2024)

Juan Uriarte: Acabo de terminar el libro, lo empecé esta fría mañana sin golf.   Me ha parecido sensacional, desde el primer momento me enganchó.   Creo que podría convertirse en una magnífica miniserie de intriga.

 Mi más sincera enhorabuena. Me quedo a la espera de tu próximo libro. 

Juan Marín: Lo he disfrutado mucho!! Buen mensaje y recordatorio.  Libro muy entretenido, para disfrutar y con mensaje muy positivo. Bernardo Lazcano en este segundo libro consolida el buen hacer de su primer libro

Javier Oraa: He llegado a la Parte 3. Apasionante!!! 

Eulogio Recuero: Encomiable descripción de la actividad de la Policía y La Benemérita.

Con pocas palabras sitúa al lector en los Picos de Europa, Fuenterrabía, Rep Dominicana, Mallorca, Toledo, etc…

¡Ficción en un entorno tan real y actual!

Loti: Y el libro muy entretenido y con final transcendente y esperanzador, muy inesperado.

Pilar Ejea: Fantástico enredo emocional/ psicológico/policial.

Me ha mantenido interesadísima, hasta el final!

Me encanto el recuerdo de los picos de Europa!! Enhorabuena, me ha gustado mucho!

Bruno de las Bárcenas: Ayer lo empecé Bernardo, me encanta!!!        

Además, acabo de estar cazando en Fuentes Carrionas y la descripción de la carretera de Cervera de Pisuerga a Potes me ha llegado al alma!!!

José Antonio (San Sebastian): Ayer terminé Las mentiras de mamá. Me ha encantado. Eres un artista urdiendo tramas y contándolas magistralmente por escrito. Enhorabuena. Tendrá éxito. 

 El final muy sorprendente!!!

Carmen del Rosal: Es muy entretenido y como siempre sorpresa final. Lo recomiendo. Gracias Bernardo  me dio pena que se terminara.

Fatima Bernardo de Quirós: Como me ha gustado tu libro Bernardo!! Para cuando el siguiente??

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Las mentiras de mamá

PREFACIO

Cuando, en noviembre de 2022, tuve publicada la segunda edición de mi novela Un verano complicado, consideré que mi actividad como novelista había concluido. Pensaba que había cumplido con mi obligación de «tener un hijo, plantar un árbol, construir una casa y… escribir un libro». ¡Misión sobradamente cumplida!

Además, me había proporcionado bastantes satisfacciones: recuperé toda la inversión hecha en la autoedición, hice un par de presentaciones gratificantes, estuve firmando ejemplares (para los otros autores con los que compartí caseta e intercambié ejemplares, porque venta no hubo ninguna) en un par de ferias del libro y recibí un montón de piropos, sobre la novela, claro, supongo que algunos sinceros, a través de Instagram, WhatsApp y otras redes sociales.

Lo malo fue que empecé a escuchar la pregunta-trampa: «¿Para cuándo el próximo? ¡Estoy deseando leerlo!». La carne es débil y somos, por lo menos yo, sensibles al halago, por lo que empecé a barruntar la idea de iniciar otra novela.

Saliendo de un funeral, me sucedió exactamente lo que se narra en las primeras páginas del libro y me causó tal impresión que lo consideré un interesante inicio para una novela, sirviéndome de base para montar una trama, que fui desarrollando, con bastante imaginación y sin excesiva dificultad, en poco más de seis meses.

Aunque soy consciente de que muchos no me van a creer, los sucesos y los personajes narrados son completamente ajenos a la realidad y cualquier parecido es pura coincidencia, con excepción de las tres primeras páginas. Los escenarios, en cambio, sí coinciden con lugares reales y hay ciertas referencias a políticos, sucesos de actualidad y noticias que coinciden con las fechas en las que se desarrolla el relato.

Espero que, al husmear en la vida secreta de Luisa y Nicolás, el lector se sumerja en la trama e identifique algunas de las circunstancias que envuelven a nuestra pareja, circunstancias que son ejemplo de las consecuencias que, a largo plazo, pueden tener nuestras decisiones a corto.

Creo que el lector disfrutará leyendo esta novela que, sin pretensiones de gran obra literaria, va a inquietar e intrigar, especialmente en determinados pasajes de la narración, por los bruscos e inesperados virajes de los acontecimientos que llevan a un final tan sorprendente como especial.

Comparando la trama de esta novela con la de Un verano complicado, se puede apreciar que, si bien son distintas en la forma de presentar el enredo y los escenarios, tienen aspectos comunes como la descripción de los comportamientos y actitudes de los protagonistas ante las situaciones críticas que se presentan en sus vidas y la forma de enfrentarse a ellas, terminando con la aparición de una luz de esperanza, tras comportamientos muy alejados de la ética y la moral.

No quiero terminar este preámbulo sin mencionar el apoyo y la paciencia de mi mujer, Maca, convertida en viuda de escritor y paciente lectora del borrador, de mi nuera Violeta y de mis hijas Marta, Casilda y Belén, eficientes correctoras de la catarata de faltas de ortografía y puntuación que se va vertiendo sobre el papel cuando la inspiración va más deprisa que el teclado del ordenador.

No quiero dejar de mencionar a mi jueza favorita, Ángeles, que me ayudó a poner orden en los pasajes del entorno judicial.

También quiero agradecer la colaboración y el apoyo de la Editorial Círculo Rojo para hacer posible la correcta y laboriosa edición y publicación de esta novela.

Y, por último, a ti lector por el arrojo y confianza demostrados al adquirir este libro que, estoy seguro, no te defraudará.

 

En Madrid, el 31 de mayo de 2024.

Las mentiras de mamá

INTRODUCCIÓN

REENCUENTRO - 2011

Ella se le quedó mirando con cierto descaro; tendría cerca de sesenta años bien conservados. Vestía con elegancia sin ostentación, llevaba el pelo bastante corto, sin mucho maquillaje, y ese punto de insolencia en su mirada no era coherente con su aspecto, y aún menos en una iglesia a la salida de un funeral.

Él, más o menos de la misma edad y parecida formalidad en su indumentaria, se dio cuenta de la mirada y la devolvió esperando alguna reacción, tal vez un saludo. Estaba acostumbrado a cruzar la mirada con gente que conocía, pero no identificaba, y sabía, por experiencia, que manteniendo la mirada generalmente se provocaba alguna reacción, de retirada o de acercamiento, que ponía fin a la situación.

Esta vez no fue así y ambos mantuvieron un prolongado duelo visual.

Como estaban relativamente cerca, al final, él dio dos pasos hacia ella y amablemente preguntó:

—Perdone, pero ¿tal vez nos conocemos?

—¿Tú eres Nicolás? —preguntó ella a su vez.

—Sí, mi nombre es Nicolás, pero… ¿deberíamos conocernos?

—Sí, yo soy Luisa Pérez Simancas.

—¿Y?

—Tú y yo salimos juntos una temporada —contestó levemente azorada.

—Tienes que perdonarme, pero ahora mismo estoy absolutamente perdido…

—¿No recuerdas que mi padre te echó una bronca monumental…? Rodrigo Pérez Ortiz —aclaró la buena señora.

—De verdad estoy avergonzado, pero sigo en blanco. Dame alguna pista más antes de que me sienta como un auténtico cretino… ¿Dónde vivías?

—Vivía en la Torre de Valencia y me fuiste a buscar allí muchas veces.

—Y eras muy aficionada a los caballos —contestó Nicolás después de una breve reflexión—, tu padre tenía una finca donde los criaba…

—Parece que vas cayendo —contestó Luisa en tono burlón y con un leve reproche en la mirada.

—¡Pero Luisa! —exclamó él abrazándola—. ¿Cómo me haces esto? Te recuerdo con una gran melena…

—Y algunos años menos —le interrumpió mientras le devolvía un cariñoso abrazo.

—¿Cómo es posible que no te reconociera? Con lo bien que lo pasamos aquella temporada, nunca me he reído tanto con ning… —carraspeó disimulando— nadie como contigo.

—Nunca te volví a llamar porque estaba avergonzada.

—¿Avergonzada? ¿Por qué?

—Por la actitud de mi padre; me pareció inaceptable y pensé que tú no querrías saber de mí o que te burlarías de mí por tener un padre tan cavernícola.

—No sería tan grave cuando lo tengo absolutamente borrado… —mirando el reloj—. Me tienes que perdonar, tengo muchísima prisa porque me están esperando unos amigos para una partida de mus y ya llego tarde. A ver si nos vemos más tranquilos y comentamos viejos tiempos.

—Genial, ya nos veremos.

Al salir a la calle, Nicolás se preguntaba cómo era posible que se hubiera producido una situación tan surrealista; no reconocer a una mujer con la que había salido, incluso intimado durante un periodo no tan corto, aunque desde entonces hubieran pasado treinta años o más. Se preguntaba cómo se habría sentido ella, posiblemente despreciada o ninguneada, cercana a la insignificancia tal vez.

Ya en el coche, conduciendo hacia su casa, porque lo del mus era una excusa para cortar la conversación antes de decir alguna inconveniencia, se le abrió un agujero, una ventana en el tiempo, que le situó, como en una película de ciencia-ficción, casi cuarenta años atrás en su vida.

Lo que en su cabeza había sido un vago recuerdo, una serie de escenas estáticas, fotografías desdibujadas en blanco y negro, casi daguerrotipos, se convirtió, como consecuencia de esa breve conversación, de ese fugaz encuentro, en varias películas en color y tridimensionales, con todo lujo de detalles, olores, sensaciones e incluso emociones vividas que, hasta ese momento, se encontraban totalmente dormidas.

No le dio tiempo de pensar mucho más sobre el asunto, pero se quedó con el regusto de esos gratos recuerdos y las ganas de continuar recordando viejos tiempos con aquella señora desconocida y, sin embargo, antigua e íntima amiga, además de compañera de aventuras.

Las mentiras de mamá

PARTE 1 - 1975

RECUERDO – octubre

Todo empezó por casualidad, como siempre. Era viernes y Nicolás había terminado de trabajar a las nueve de la noche. Era su primer trabajo como empresario, porque había decidido ser cabeza de ratón en lugar de cola de león, antes de que las responsabilidades del matrimonio le impidieran asumir el riesgo de fracasar en un negocio.

Esa noche estaba cansado, pero había quedado con Ramón, su socio, para ir a tomar una copa, como correspondía al inicio del fin de semana. No le apetecía ni lo más mínimo. Para colmo, Ramón le había amenazado con presentarle a una amiga de su novia. Una tal Luisa, al parecer muy mona, que estudiaba medicina y era muy simpática. ¡Qué pereza!

Habían quedado en un bar de la zona de Argüelles a las nueve y media y no tuvo que esperar ni cinco minutos para verlos entrar por la puerta, hablando de algo muy gracioso, por lo visto, porque se reían a carcajadas.

La novia de Ramón, Sonia, siempre muy guapa y elegante iba cogida del brazo de su amiga -nunca le había hablado de ella-, una chica con cara simpática, boca pequeña, con una larga melena rubia, no demasiado delgada y de estatura media, que le miró divertida, pero sin ocultar la curiosidad que sentía por saber cómo sería el mozo con el que le tocaba pasar la velada.

—Mira, Nick, te presento a Luisa, mi amiga de la que te he hablado tantas veces —mintió—. Espero que… estoy segura de que os vais a entender divinamente y lo vamos a pasar genial.

—Encantado, Luisa, espero no defraudar las expectativas que tan generosamente ha despertado Sonia.

—Lo mismo digo —contestó Luisa sonriente—, porque si nos defraudamos mutuamente, se va a llevar una desilusión tremenda.

—¡Pero bueno! —terció Ramón—. ¡Qué desilusión ni qué niño muerto! Vamos a tomar una copa y brindar por una nueva y vigorosa amistad… o incluso un noviazgo, ¡vaya usted a saber!

—Ramón, siempre tan sutil, como podrás observar —intervino Sonia, un poco azorada por el comentario.

—¿Tan necesitados se nos ve que nos están buscando pareja? —preguntó Luisa dirigiéndose a Nicolás.

—Yo intentaba que no se me notara —le respondió sonriendo.

Luisa había aceptado la propuesta de salir esa noche debido a la insistencia de Sonia, porque en realidad tenía novio que estaba estudiando en Londres una especialidad de fin de carrera; de hecho, procuraba guardarle ausencias. Había llegado con la sana intención de declararlo abiertamente con el fin de evitar los patosos intentos de coqueteo y manoseo extemporáneo, que eran la seña de identidad de la mayoría de los jovencitos que acudían a una cita a ciegas de fin de semana.

Hubo algo en la actitud, el aspecto, la forma de hablar o incluso, tal vez, las feromonas de Nicolás que hicieron a Luisa desistir de su idea y dejar correr la noche sin reservas mentales ni limitaciones de cualquier tipo.

Sin embargo, existía un obstáculo: Nicolás acababa de salir de un noviazgo de forma un tanto abrupta y andaba como un alma en pena, presa de la añoranza y el desconsuelo de los que solo se libraba trabajando. Y cuando no trabajaba, comparaba. Comparaba a cualquiera de las chicas con las que salía con su ex y siempre salían perdiendo por una u otra razón. Con gran «delicadeza» se pasaba la comida, tarde o noche hablando de su querida Blanquita, contando sus excelencias y lo bien que lo pasaba con ella, con lo que conseguía que las pobres sufridoras de su compañía le miraran con tanta atención como aburrimiento.

Luisa no tenía ganas de que intentaran ligar con ella para conseguir un escarceo amoroso de tres al cuarto, pero subconscientemente lo que de verdad no soportaba era que no lo intentaran, ni con una leve insinuación, pasando de ella como si no existiera. Este tío es de la otra acera, pensó, y decidió que no estaba ni dispuesta ni acostumbrada a que le trataran de esa forma y que así no podían quedar las cosas.

La noche fue pasando entre copas, monosílabos, chistes malos, risas forzadas, y cuando vieron que la cosa no daba más de sí, decidieron dar por concluida la velada.

Por razones de proximidad, Nicolás se ofreció a llevar a Luisa a su casa y ella aceptó.

El viaje fue corto, comentaron lo simpáticos que eran Sonia y Ramón, lo fuerte que estaba la música, que no dejaba hablar, y cuando pararon delante de su casa, ella le preguntó de sopetón:

—Oye, Nicolás… una cosa, ¿tú eres siempre así o es que has tenido un mal día?

—No entiendo…

—Tal vez estás malo o deprimido…

—¿Tan aburrido he estado?

—No es un problema de diversión, es que he pasado la noche con un perdedor, piénsalo, un perdedor de veinticinco años —murmurando una despedida, se bajó del coche y se fue.

La primera reacción de Nicolás fue pegar un acelerón y salir pitando hacia su casa, pero inmediatamente una palabra repetida insistentemente comenzó a taladrarle el cerebro: «perdedor, perdedor, perdedor…» y le acompañó hasta que, media hora después, se quedó dormido en su cama, mientras Blanquita le miraba burlona desde su retrato enmarcado en la mesilla.

Recuerdo - octubre  (continúa)

Quince días más tarde, un grupo de amigos de Nicolás organizó una excursión de fin de semana a los Picos de Europa, a la casa que uno de ellos tenía en Potes, e insistieron en que se animara, pues todos estaban preocupados por el abatimiento del que hacía gala su amigo.

Es más, le aseguraron que le buscarían una pareja que le hiciera la excursión agradable, con la condición de que hiciera un esfuerzo por librarse del recuerdo y la añoranza de Blanquita.

Nicolás, después de poner mil excusas nada convincentes, se vio obligado a aceptar el plan, cosa de la que se arrepintió en cuanto descubrió quién iba a ser su pareja durante el fin de semana.

—¡Hombre, Luisa! Tú también vienes a la excursión, por lo que veo —dijo Nicolás al saludarse en el punto de encuentro para iniciar el viaje—. Supongo que estarás con tu novio, ¿no?

—Pues supones mal; por lo que veo me has tocado en la pedrea para este fin de semana. Mi novio sigue en Londres —aclaró.

—Comprendo... no debe ser muy agradable que te toque un perdedor —dijo Nicolás con retintín—. Pero ten en cuenta que el hecho de que los dos vengamos desparejados no significa que tengamos que estar juntos necesariamente; cada uno hace su vida y aquí paz y después gloria —concluyó dándose la media vuelta para saludar a otros amigos que acababan de llegar.

Era un grupo de cuatro parejas: los anfitriones, Pilar y Alfonso, una pareja desenfadada y triunfadora, los únicos casados y, por lo tanto, los que, en principio, impondrían un mínimo de sentido común; Paloma y Guillermo, novios eternos y muy compensados como pareja, él lleno de ingenio y sentido del humor y ella más bien apocada y de pocas palabras, salvo cuando se hablaba de temas relacionados con el Hola, para los que era una auténtica experta.

Sonia y Ramón, ya mencionados, culpables de la presencia de Nicolás y Luisa, lo que ponía de manifiesto su vocación de celestina.

Se pusieron en marcha en dos coches: el de Nicolás, en el que viajaban los cuatro últimos, y el de Alfonso, que, como buen triunfador, disponía de un gran coche con muchos caballos y muchos extras.

La conversación de Sonia y Ramón, sentados en la parte de atrás, llenaba el habitáculo, gracias a Dios, porque la que mantenía la otra pareja brillaba por su ausencia, salvo para jalear las ocurrencias de sus amigos.

Pararon a comer, como siempre, en Cervera de Pisuerga, antes de iniciar el paso de la cordillera flanqueando el Pico Tres Mares, llamado así por los tres ríos que nacen en él: Nansa, Hijar-Ebro y Pisuerga-Duero, que vierten sus aguas, respectivamente, en el Cantábrico, Mediterráneo y Atlántico, entrando a continuación en el puerto de Piedras Luengas, que termina pocos kilómetros antes del desvío a Potes, en Ojedo.

A la sazón, siete de noviembre, una ola de frío había cubierto la cordillera de nieve y tenían dudas sobre si tendrían que poner o no cadenas. La verdad es que la situación, en lugar de causarles preocupación, les llenaba de entusiasmo y afán de aventura, que, en definitiva, era para lo que habían venido hasta ese lugar de España.

La primera se presentó rápido, pues, al estar la carretera medio seca y medio helada por los restos de nieve, sucedió que, en una recta cuesta abajo, encontraron un coche que subía con bastante dificultad.

—Espero que este cabrón pare —dijo con un hilo de voz Alfonso, que, como conocedor de la zona, iba delante—, porque este coche va medio patinando, no puedo tocar el freno… lo estoy parando con las marchas.

—Pues no parece que vaya a parar, yo creo que sigue subiendo —contestó Guillermo, que iba en el asiento de copiloto.

—¡Nos la vamos a pegar!

Efectivamente, siete segundos después, los dos coches que iban en sentido contrario se dieron un suave beso, mientras que el de Nicolás, justo detrás, consiguió detenerse apenas a cinco centímetros, y gracias a que había bajado en primera velocidad desde hacía muchos metros.

Como es natural, todos se bajaron y empezaron las discusiones.

—Pero, hombre, ¿cómo no ha parado al ver que veníamos patinando? Si llega a parar tres metros antes, no nos hubiéramos dado.

—¿Y por qué no ha parado usted? Yo voy cuesta arriba y, si pierdo carrerilla, lo mismo no puedo volver a arrancar.

—¿Cómo quiere que frene si voy patinando todo el tiempo?

—Pues yo no podía parar —insistía el paisano.

—¿Qué no podía? Mire si podía —intervino Guillermo con sorna— y con el coche abollado para más señas, un crac conduciendo. ¿Aprendió en el rally de Montecarlo?

—Deje de hacerse el chulito, a ver si le voy a tener que partir la cara.

—¿Para qué quiere partir más cosas si ya ha partido el faro, el parachoques y un intermitente?

Afortunadamente, la discusión no fue a más; los ánimos se enfriaron, ayudados por la temperatura ambiente y, con leves desperfectos, continuaron camino hacia su destino, donde llegaron ya muy entrada la noche, pues los días, en esa época, son muy cortos.

Tuvieron sus más y sus menos para decidir cómo se repartían las habitaciones para dormir, porque, en teoría, la única pareja que podía dormir en una habitación era la de los anfitriones y, en consecuencia, quedaban tres chicas y tres varones para tres habitaciones.

Al final, después de un sorteo, con sospechas de tongo y trampa e infinidad de acusaciones y risas, se decidió que Sonia y Paloma dormirían en una habitación, Guillermo y Ramón en otra, Luisa en otra, la más pequeña, y Nicolás se tendría que conformar con el sofá-cama que había en el cuarto de estar.

Salieron a cenar en un mesón cercano y, después de una tertulia amenizada con chistes de Guillermo y lamentos de Alfonso por el estado lamentable en el que había quedado su coche, se fueron a dormir, francamente cansados.

  El reencuentro de Luisa con Nicolás, al que no veía hacía más de 35 años, tuvo dos efectos inmediatos:

  Por un lado, trasladarle en el tiempo para recordar vívidamente las intensas experiencias que, treinta y seis años antes, vivieron juntos y fueron bruscamente interrumpidas en su mejor momento.

  Por otro lado, reiniciar furtiva pero intensamente esa relación, dando lugar a sorprendentes sucesos y situaciones, en tiempo real, que mantendrán la intriga y la atención del lector hasta el inesperado final del relato.

  La acción sucede en 1975 (el recuerdo) y 2012 (el reencuentro) y se produce principalmente en los Madrid, Picos de Europa, República Dominicana y Mallorca.

Sobre "Las Mentiras de Mamá"
 

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Reseña

Descubre "Las Mentiras de Mamá": Una Novela Irresistible que Nos Revela la Verdad tras las Apariencias
 
¿Alguna vez te has preguntado qué hay detrás de las sonrisas perfectas y la elegancia de la alta sociedad?
 
"Las Mentiras de Mamá", es una novela que entrelaza locura y arrepentimiento de forma natural.
 
A través de los ojos de nuestra protagonista, una mujer que parece tenerlo todo, descubrirás que las apariencias pueden ser tan engañosas como fascinantes.
 
Su vida, aparentemente perfecta, se convierte en un torbellino de emociones, situaciones grotescas y enfrentamientos, cuando una locura la lleva a atravesar límites que jamás habría imaginado… La delgada línea que une la pasión y la razón.
 
Personajes bien definidos que resonarán contigo mucho después de pasar la última página.
 
Convierte tus momentos de lectura en una experiencia gratificante que te invita a descubrir las verdades ocultas, las locuras inconfesables y el poder redentor del amor, en los protagonistas.

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La atractiva y trepidante  hermana mayor de mis novelas

Sobre "Un verano complicado"

Aquel verano de 1989, que se presentaba como un periodo habitual de vacaciones y esparcimiento, se convirtió repentinamente en una trepidante aparición de acontecimientos inesperados y turbadores que cambiaron la vida de todos los personajes de la novela.

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En un momento dado se produce un crimen y en el relato se sustituye la intriga tradicional sobre la identidad del asesino, por la descripción explicita del asesinato y la evolución del comportamiento de los personajes como consecuencia de los disimulos, sospechas y lealtades que se manifiestan a partir del impactante suceso que ocurre en el sopor de un Madrid adormilado por el calor de agosto.

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La historia transcurre en su mayor parte en Madrid y está llena de anécdotas, flashback, descripciones y diálogos que acompañan a la trama principal, dándole sabor y consistencia.

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No faltan los toques de humor, que terminan de hacer la lectura di­vertida y sorprendente.

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El lector identificará ambientes y lugares conocidos, si bien todos los personajes son fruto de la imaginación del autor, sin relación ninguna con la realidad.

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Diego, María, Pepe y la familia Viñedo, por distintas razones algunas inconfesables, dieron un vuelco a sus vidas en aquellos dos meses de un verano inesperadamente complicado.

Mar en calma
"¡Una gratísima sorpresa!, me lo leí en 2 días,
no digo más."

"Mi agradecimiento va para Maca mi mujer y mis hijos, que tuvieron la paciencia de tragarse el borrador y animarme a publicarlo; y a mi amigo Lawrence, que vivió parte de los acontecimientos aquí narrados y me corrigió las expresiones argentinas en los diálogos."

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